Recientemente el Consejo Evangélico de Venezuela, ha recibido repetidas solicitudes de sus asociados, a dar una palabra respecto a la aberrante adulteración del Padre Nuestro que se hiciera en un acto político del partido de gobierno. Este tipo de temas ya han sido abordados antes de manera clara y suficiente, sin embargo el día de ayer el tema dejó de ser un asunto de un partido político para convertirse en oficial al ser tratado por el presidente quien justificó el asunto y pretendió personalizarlo victimizando a la persona que recitó el mentado “Chávez Nuestro”, omitiendo que este tipo de comportamiento y trato a lo religioso ya es algo normal en los predios oficialistas y cada vez es más sospechoso de intencionalidades bien planificadas.
Es por eso que en correspondencia con la vocación del CEV de difundir la fe cristiana, y ante la pretensión del uso de elementos propios del legado de Cristo de manera distorsionada y con fines políticos y pseudoreligiosos, se deben hacer notar algunas cosas.
Desde la perspectiva de la libertad religiosa se entiende como un derecho civil el que las personas expresen su espiritualidad de la manera en que consideren mejor. Sin embargo, la adulteración de elementos propios de la fe cristiana para generar propaganda político-religiosa, es un lamentable sacrilegio. Pretender banalizar la oración del Señor (que es patrimonio de todos los cristianos), mediante actos de burda idolatría y luego validarlo como algo normal constituye un irrespeto intolerable contra Dios, la Biblia, y los creyentes.
Con estupor y preocupación asistimos como nación a situaciones que son difíciles de comprender, entre ellos, al hecho de que mientras el país pasa por una de las peores crisis en la moral, la economía y la realidad social, se tenga que agregar el absurdo modelaje de hacer burla de Dios y de las cosas sagradas, con lo que pareciera ser o bien un nuevo pote de humo, o el triste intento de crear una manifestación para-religiosa que sirva al utilitario fin de obtener réditos políticos.
Este tipo de aberraciones idolatras ya habían sido puestas de manifiesto en ocasiones anteriores, incluso en vida del Presidente Chávez, quien rezó el “Padre Nuestro” substituyendo a la persona de Dios y cambiándola por Fidel Castro, o cuando asumió el poder de maldecir o enviar al infierno a otros. Es menester poner en claro que desde la perspectiva bíblica cuando a una persona, ser, o cosa se le ora se le está confiriendo atributos que corresponden sólo a Dios, y por tanto se comete en ello un acto de idolatría lo cual implica la reducción de Dios o la divinización de quien es objeto de culto.
Por otra parte, los históricos intentos de asociación de figuras políticas con elementos religiosos (como ha sucedido en La URSS, China, Corea del Norte, y otros) constituye una combinación que desde nuestra perspectiva es antinatural. En nuestro país, ya en el pasado, grupos fanatizados afectos al oficialismo llegaron a pretender el nombramiento del Presidente Chávez como Obispo de su expresión religiosa, luego se generó el proyecto de creación de una llamada iglesia identificada con el proceso político vigente como lo fue la llamada “Iglesia Católica Reformada”. Más tarde tras la muerte del presidente Chávez, se le llegaron a conferir títulos tremendistas con ideas de supremacía de todo tipo (aún en actos oficiales) entre estos títulos se le llamó “El Cristo de los Pobres”. Se llegó a establecer prácticas muy semejantes a las liturgias que usan de responsoriales en algunas ceremonias religiosas.
Tiempo después (por pintoresco que suene) al presidente fallecido se le reconoció algún extraño poder zoomórfico al asumir que pudo encarnarse o transformarse en un ave con la capacidad de comunicarse con personas, y que el nuevo líder del proyecto oficialista pudo fungir como una suerte de profeta con las extraordinarias facultades de interpretar con mucha precisión los trinos que concluyó contenían una arenga política para sus seguidores. Y vale destacar que esta peculiar ave de interesantes e inflamados trinos ha sido objeto de al menos dos avistamientos reportados por la televisión oficial.
Todo esto se agrega a las apariciones del fallecido Presidente en paredes de piedra durante las excavaciones que hace el Metro de Caracas, o en el uso de sus habilidades celestes para influir en la elección de un Papa latinoamericano. O la construcción de la Capilla de Santo Hugo Chávez en la zona del Cuartel de la Montaña donde se afirma que reposan los restos presidenciales, y por consiguiente el desarrollo de rezos, y hasta credos dirigidos al fallecido presidente, junto al efecto en las ventas de los artículos sagrados del nuevo culto. Estas y muchas otras situaciones parecen expresión de propósitos o despropósitos oscuros que son evidentemente ajenos a las funciones de los partidos políticos y los funcionarios públicos.
Hoy los cristianos debemos afirmar que nuestra nación no necesita de nuevos dioses sino del verdadero Dios que no puede ser equiparado por ser humano alguno, que Venezuela necesita el respeto por la Biblia y no la adulteración de la misma. Nuestra Nación necesita que los políticos y los funcionarios públicos se dediquen a resolver los graves problemas económicos, que se combata al contrabando y la delincuencia, y que se hagan compromisos por el mejor bien de Venezuela.
La idolatría es pecado, pero la búsqueda genuina y la obediencia al Dios de la vida, el trabajo, y la paz podrá traer a nuestra nación tiempos mejores.
Ojalá que los cristianos que profesan (o no) cualquier expresión política tomen distancia de estas sucias manipulaciones y decidan hacer respetar su fe y su patrimonio religioso, y que oremos para que nuestra nación prospere y sus autoridades hagan lo que corresponde.
Dios Bendiga a Venezuela.
José G Piñero
Pastor
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